La Despedida

Finalmente llegó ese momento.

Tan anunciado en los mails de migraciones que me indicaban amablemente la cuenta regresiva y tan presente en mis planteos internos por no saber qué hacer después de Nueva Zelanda. Muy anunciado.

Fueron exactamente 15 meses desde que tomé ese avión en Ezeiza hacia un destino poco claro. Está bien que haya miles de posts explicando al detalle cada proceso para llevar una vida más fácil (que de hecho ya lo es), que miles de personas inunden las redes sociales con fotos espectaculares y que otros tantos confiesen que es una experiencia para toda la vida, pero vivirlo en carne propia es otra cosa. Fueron 15 meses de palpar todo eso… y más.

Fue la primera vez que viví en un país anglosajón, mejor dicho, fue la primera vez que viví fuera de Argentina y rodeado de perfectos desconocidos. Mis expectativas al respecto rondaban entre la experiencia working holiday y entre algo mucho mas importante: comenzar una nueva vida.

Puede que suene un poco fuerte pero a los 28 años me sentía que había cumplido todos los objetivos «reales» que me había puesto en la vida, o dicho de otra manera, no tenía sueños «locos» por cumplir. Ahí fue cuando en medio de la búsqueda personal (tarea: ¿todas las búsquedas son personales?) surgió esta oportunidad un poco de casualidad y sin dudarlo la tomé. ¿Que hubiese pasado si la dejaba pasar? Difícil de responder, lo que sé es que esta vez me subí, a mis 28 años.

Un camino de ida

Los primeros seis meses fueron la confirmación de que este viaje era lo que necesitaba. Aprendizaje constante, personas nuevas, trabajos desafiantes y un pequeño panorama de lo que serían los siguientes 9 meses. El quinto mes en particular fue clave. Hice mi viaje a Queenstown dejando atrás mis nuevos amigos y a esa chica que estaba empezando a conocer.

La primer despedida fue dura, inclusive más dura que la partida de Buenos Aires.

Para agregarle una cuota de drama, Queenstown no fue la ciudad con la mejor bienvenida y tuve que buscar refugio en Christchurch. A raíz de eso me prometí no volver a la ciudad alpina por la experiencia vivida en esas dos primeras semanas sin embargo las personas especiales que conocí en el camino me hicieron romper la promesa. Y a mucha honra me tragué mis palabras.

Queenstown

Queenstown se convirtió en uno de mis lugares favoritos y las tres visitas que le hice posteriormente me dejaron con gusto a poco pero Nueva Zelanda merece conocerla a pleno y por eso seguí camino.
Luego vino el turno de Christchurch… cómo explicar Christchurch…

Sin dudas se merece una publicación aparte pero se me ocurrió una analogía para describirla. Christchurch es como una persona dura por fuera, que no parece amigable y cuya primera impresión siempre genera rechazo pero que si uno indaga un poco más se da cuenta que vale oro. Esta ciudad es masomenos así, con la particularidad que quedé cautivado por los amigos que hice allí.

Más tarde vino la despedida y para ser sincero no fue complicada. Posiblemente sea el proceso de madurar las despedidas que a uno lo vuelven más fuerte o que sabe que algunas personas van a quedar en la vida.

Hablando de esas personas y de buenos momentos, Cromwell va a quedar marcado como EL lugar. El precio que tuve que pagar por mudarme a este pueblo fue perderme el mes de enero en la playa como lo tenía planificado pero la recompensa fue infinitamente mayor: Tardes de mates, cenas compartidas, fiestas de fin de año con toda la movida latina, noches de caricias, y amigos que van a durar para toda la vida.

¿Que más puedo pedir?

Con el fin de Enero vino el término de esa etapa en la isla Sur y otra despedida más. Ahora a viajar en solitario con mi mochila y la carga de un año de experiencia. Esta vez sentí que mi estadía en Nueva Zelanda estaba llegando a su fín sin embargo, faltaban dos meses y medio en Gisborne, la ciudad donde estuve viviendo mis últimos días de visa neocelandesa.

Y Así como mirando fijo una vela prendida, el fuego se fue apagando lentamente. Las últimas semanas en Nueva Zelanda fueron de mucha reflexión, de poner en la balanza lo vivido y lo que va a venir, de tomar conciencia que todo lo que pasó fue y es irrepetible. Esas semanas pasaron muy lentamente. Fue todo tan lento que no hizo falta despedirme, armé la mochila y me tomé el micro a Auckland. OK, podría haberme despedido a lo grande con una linda fiesta pero lo evité. Es que a veces uno escapa para evitar enfrentar la realidad y otras veces como en este caso ignora los puntos finales. Así se dió en mi caso.

En definitiva, llegó el cambio. Se terminó Nueva Zelanda. Tengo que asumirlo.

Ahora toca despedirme de este país que me abrió la mente y que me dio el valor para animarme a seguir. Se preguntarán qué me pasa en mi interior (yo también lo hago) y realmente no lo puedo definir pero el sentimiento que no puedo evitar es el de nostalgia mezclado con alegría por todas esas personas que conocí y que me ayudaron a crecer, que me ayudaron a aprender. Porque si hay algo que entendí en 15 meses es que cada día se aprende algo nuevo, no perdamos nunca ese apetito.

Se vienen cosas nuevas y hay que estar preparado. O no, el dejar fluir es más atractivo en esta etapa de mi vida.

Para los que estuvieron del otro lado GRACIAS!

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8 comentarios sobre “La Despedida

      1. Tenía ganas de irme en septiembre para España, pero si conseguía esos pasajes de menos de 15 mil pesos. Sino no creo que vaya. Me daré una vuelta por Brasil o el norte de Argentina con los 15 dias que me quedan de vacaciones.

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